28 mar 2016

LOS NÓMADAS DEL SIGLO XXI

Parecía que la rapidez de los transportes y el acceso a las tecnologías de la comunicación dibujaban vidas en movimiento para los seres humanos del nuevo siglo. Parecía que las fronteras se difuminaban, que cambiar de país por trabajo o placer ya no era un problema. Parecía que dolía menos echar de menos a la familia: Internet iba perfilando ese horizonte en el que mensajes instantáneos, fotografías y vídeos acercan a las personas como nunca antes había sido posible.
Parecía, según decían los expertos, que nos íbamos a volver otra vez nómadas, que esa era nuestra evolución natural.

Y sin embargo, la sociedad nómada de hoy lo es por otras razones.

Quitando a las comunidades que continúan con una forma de vida nómada como han hecho siempre, en función de las estaciones, las demás lo hacen por una causa muy distinta.

La guerra  y el hambre son las principales causas de movilidad en el planeta, aunque no siempre se trata conflictos declarados. Y todas sus víctimas, se llamen como se llamen, son siempre refugiados, ya que buscan cobijo por una causa de fuerza mayor.

En 1984 el fotógrafo Steve Mc Curry retrató el hermoso rostro de una niña en Pakistán. Ni él ni aquella muchacha anónima sospechaban entonces que la fotografía daría la vuelta al mundo al convertirse en la portada de National Geographic. 
Fue así como Sharbat Gula, que así se llama la niña ya convertida en mujer, pasó a la fama sin saberlo y siguió su camino para salvar su vida. Cuando se hizo la foto, Gula se encontraba en la escuela del campamento de refugiados de Nasir Bagh, que acogía a los afganos que habían huido de la guerra entre su país y la URSS.


Imagen de Sharbat Gula a los doce años.

Casi treinta años después, Mc Curry se lanzó a la búsqueda de Gula: quería saber si había sobrevivido, dónde había ido, cómo vivía ahora. Finalmente Mc Curry y su equipo la encontraron en su pueblo natal de Afganistán. Ella relató cómo había sido la huida. Volvió a ser fotografiada y a aparecer en la portada de la revista: no había vuelto a posar para nadie y desconocía por completo que su rostro era conocido la fama que había alcanzado.

Esta es solo una de las muchas historias de los que huyen de la guerra, del fanatismo, del horror de una forma u otra. Miles de personas han visto su cara, se ha impreso en papel, circula en Internet, se han hecho dibujos en varios formatos, como si se banalizase la situación.

No sabemos hasta qué punto las nuevas migraciones modificarán para siempre el mapa humano que conocemos.

La crisis de los refugiados sirios a las puertas de Europa, en la que se cuelan los también refugiados de otras nacionalidades, no es más que un toque de atención a la parte rica del planeta. Los medios de comunicación (y aquí se pueden incluir los blogs) somos también responsables de contar bien estas historias. De ir más allá de una niña de ojos impresionantes en la portada de una conocida revista o del testimonio amarillista de algunos afectados. No acostumbrarnos a ver esto, ni a consentirlo. Narrar el día a día no solo de los que se han visto forzados a huir, si no, como pasa casi siempre, de las situaciones previas a esa marcha forzada, de los miles que pasan hambre y tarde o temprano también emprenderán el camino, de todos los que viven esquivando las balas que nuestros mismos gobiernos venden, los mismos que nunca tendrán un titular con nombre ya que serán meras cifras de algún país desarrollado.



El Mediterráneo atarcede: en los últimos años sus aguas se han convertido a veces en la cuna que regala una nueva vida a los inmigrantes y otras han mecido su último aliento.

Tal vez el primer paso sea educarnos nosotros también: conocer los países de África, de Asia, de América, de Oceanía, estudiar su historia y la relación que guarda con la nuestra, considerar sus movimientos migratorios y de refugiados como algo más que nos viene bien para que nos puedan pagar las pensiones.

Irónicamente la era digital, en la que se desdibujan los valores, las estructuras y los hábitos, el ser humano sigue siendo el mismo. Nómadas a un lado de la pantalla y al otro, pero personas al fin y al cabo.

Hasta que no entendamos esto no podremos cambiar nada.




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