17 jun 2013

Zygmunt Bauman y las relaciones sociales

No me resisto a pegar la entrevista al sociólogo Zygmunt Bauman que fue publicada hace unos días en "El País", realizada por Pilar Álvarez.

El sociólogo polaco es el autor del concepto "modernidad líquida", que describe a una sociedad en contante cambio; y en esta ocasión se refiere a las relaciones sociales. Reacciona contra las redes sociales como medio para relacionarse entre seres humanos, puesto que suplantan lo que realmente son las personas. Aquí dejo el texto íntegro:


Hemos perdido el arte de las relaciones sociales

“Hay que replantearse el concepto de felicidad, se lo digo totalmente en serio”. El hombre que bautizó este tiempo de incertidumbre como modernidad líquida repara durante gran parte de la conversación en el deseo más universal de la humanidad. El filósofo y pensador Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925), cree que se nos ha olvidado cómo alcanzarla: “Generamos una especie de sentido de la culpabilidad que nos lo impide”.

Bauman recaló recientemente en la capital para ofrecer una conferencia en la Universidad Europea de Madrid a propósito de su último libro Sobre la educación en un mundo líquido, publicado en 2013. La conversación transcurre en una mesa de reuniones, frente a una botella de agua que apenas toca y un gran ventanal. Y ahí, con un gesto grave como su voz, profundiza sobre la felicidad, la crisis económica, las redes sociales o la juventud. “La búsqueda de una vida mejor es lo que nos ha sacado de las cuevas, un instinto natural y perfectamente comprensible, pero en el último medio siglo se ha llegado a pensar que es equivalente al aumento de consumo y eso es muy peligroso”, señala el Premio Prícipe de Asturias 2010. Con mirada enérgica, anima a cambiar los referentes: “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho”. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”, despacha el filósofo que, a sus 88 años, arranca y despide el encuentro matutino fumándose una pipa de tabaco y un cigarro.

Zygmunt Bauman no tiene teléfono móvil ni perfil en las redes sociales, pero “desgraciadamente” se ve obligado a observarlos de cerca: “No tengo más remedio que interesarme por estos fenómenos por motivos profesionales”. Abomina de ellos porque considera que invaden todos los espacios y diluyen las relaciones humanas. “El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”, dice.Describe un círculo vicioso familiar a propósito de la asociación de felicidad y consumo. El padre o la madre que dedican parte del sueldo a comprar la consola al hijo, porque se sienten culpables al no dedicarles tiempo. Le hacen el regalo, pero el modelo queda obsoleto pronto y se comprometen a facilitarle el siguiente. “Para pagarlo necesitarán más éxito profesional, estar más disponibles para el jefe, usar un tiempo que quitarás a tu familia...”.

No le gusta el papel que juegan en la vida laboral y tampoco el que suplantan, en su opinión, en las relaciones personales. Se acuerda de Mark Zuckerberg, que ideó la red Facebook para ser un chico popular. “Claramente ha encontrado una mina de oro, pero el oro que él buscaba era otro: quería tener amigos”.

“Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”, se detiene. Las pandillas de amigos o las comunidades de vecinos “no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo de en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya”.

10 ago 2012

El joven ladrón

Hay una historia que anoche llamó, de repente, a las puertas de mi memoria. Es una de tantas que he vivido en el país balcánico, de esas anécdotas a las que no se le da importancia mientras una las vive y se va aclimatando a la vida en situaciones nuevas, pero que al llegar a casa y ver lo cotidiano recobran un sentido especial.

Empezó el pasado diciembre, concretamente el día 17. Esta era la fecha en que yo me dirigía al aeropuerto de Otopeni (el más grande de la capital rumana) para volar hacia España y volver a ver a familia y amigos después de 6 meses. Aunque mi vuelo salía a las 6 de la mañana del día siguiente, preferí hacer noche en el aeropuerto, no quería tener problemas de tiempo y así cogía en transporte público: un autobús que por 7 lei (si no recuerdo mal) va directamente desde Gara de Nord (la Estación del Norte) hasta Otopeni.
Los taxistas, esos grandes enemigos del bolsillo del extranjero en Bucarest (y a veces incluso de su inteligencia), regatean el precio que a ellos les parece, y por hacer el mismo trayecto que el bus piden 70, 60, 50...o 40 leis en el mejor de los casos. No recomiendo este servicio salvo que se trate de una urgencia, pues incluso los que parecen oficiales desconectan la máquina para que la cobaya humana en que se convierte el extranjero hacia el aeropuerto no pueda saber el valor de la estafa.

A sabiendas de todo esto, aquella tarde- noche (sí, porque desde las cinco de la tarde ya era de noche) me dirigí a la parada de dicho autobús, a la salida de la estación. Arrastraba, en el sentido más literal de la palabra, una maleta vieja cargada con toda la ropa de verano; y llevaba a mi espalda otra mochila, cargada a reventar. Tras varios intercambios de palabras con los taxistas (que raudos se aproximaban a la puerta de la estación con las " Tres bes": Bueno, Bonito...¡Y Barato!), pude encontrar la marquesina para esperar el autobús. 

Esperé y esperé. Pasó media hora, pasó otra. Gente venía a la parada, llegaban autobuses que iban a otros destinos, algunos se subían y llegaba gente nueva. Al llevar hora y media en la gélida noche bucarestina, apareció el autobús, cual aparición mariana para mi estado de nervios. Me dirigí a hablar con el conductor para explicarle con mi rumano básico que le pagaba el billete allí mismo ya que con todo el jaleo ni sabía dónde había que comprarlo. <<Muy bien, muy bien>>, me dijo el hombre desde su cabina, dándome a entender que le importaba poco que no le pagase pero que entrase de una vez, que hacía frío.


              <<Gara de Nord>>, la estación de trenes más importante de Bucarest. Foto: Wikipedia.

Así lo hice, cuando de pronto noté cómo alguien me empujó y se pegó a mi mochila, y eso que en ese momento sólo estaba yo sola para entrar. Me giré y vi a un chico, que, ante la mirada de el resto de pasajeros y el descaro de la situación, salió corriendo del autobús.

-¿Te han robado, lo tienes todo, estás bien?- Me preguntaron unos chicos rumanos que se habían subido en el mismo sitio.

-Sí, sí, lo tengo todo.- Dije después de abrir el bolsillo de la mochila.

-¡Qué suerte has tenido! (Noroc!)- Exclamaban y gesticulaban. Y aunque hablaban muy rápido entendí lo que decían: que los ladrones se suelen poner en esa parada para acechar a los que van a aeropuerto, le observan y luego le intentan robar. Por lo general son dos, y mientras uno hace como que te ayuda con la maleta, el otro se pega a tí por detrás mientras te abre los bolsillos de la mochila o el pantalón y te roba la cartera o lo que puedas llevar de valor. A mí me salvó que cuando al surbir no había a penas gente y fue muy evidente el intento de robo. Sin embargo así fue como robaron a mi coordinador en la estación de tren de Cracovia, Polonia.

Había oído hablar de la miseria de Bucarest, de las advertencias sobre tener precaución (más siendo de fuera), la mayoría me parecía que estaban basadas en prejuicios contra los gitanos, y en cualquier caso me consideraba alerta. Pero por eso mismo no pensaba que me fuese a pasar a mí.

Revisé durante el trayecto al aeropuerto que llevaba todo: el billete impreso, el DNI, la cartera, eso era lo más importante. Al bajarme en Otopeni y entrar directamente en el aeropuerto sentí un gran alivio, sobre todo al ver algunos policías vigilando la zona, personal de limpieza hasta por la noche, pantallas de plasma anunciando vuelos y destinos, restaurantes con zona wi-fi...¿Qué mundo era éste, tan distinto del que acababa de dejar atrás?


Pero esta historia no acaba aquí. Esto es sólo una introducción, o, al igual que el título de una canción de Extremoduro, una "Dulce introducción al caos".

Pasaron varios meses hasta que, en abril, volví a hacer el mismo trayecto hasta Otopeni.
Esta vez sí era plenamente de día, era una tarde con mucho viento, pero bonita. Después de un invierno crudísimo, Rumanía empezaba a florecer, y su capital, afamada por sus zonas verdes, empezaba a tener una atmósfera especial en la que el aire y los colores de sus árboles y jardines se vivían intensamente.

Volví (esta vez con billete), a la parada del autobús. Esta vez sólo iba a buscar a una amiga, por lo que llevaba conmigo únicamente una mochila. Bajo el sol de la primavera la espera se llevaba mucho mejor.

Fue entonces cuando vi a un muchacho. Era moreno, tanto de pelo como de piel, e iba vestido con ropa que le venía grande: me llamó la atención la chaqueta enorme que llevaba. No sabría decir cuántos años tenía, pero rondaría los 13 años, tal vez 14, quizá 12, puede que incluso menos. Creo que pasa mucho con los chicos en esas condiciones: pueden aparentar ser más mayores por lo avispados que les ha puesto la vida en la calle, pero esta misma, por la mala alimentación y los malos hábitos les hace que parezcan más infantiles.
Estaba rondando la parada, y en seguida me acordé de mi aventura de hacía unos meses. Mi cara debió delatarme, porque nada más verme se sentó a mi lado.

Me abracé a mi mochila, como diciendo: <<Esta vez nadie va a intentar hurgar aquí>>, y seguí esperando el autobús. Él estaba sentado en el mismo banco, a mi derecha, y aunque no sé exactamente qué decía en rumano, sé que le hacía gracia la situación, ver la reacción que era capaz de causarme con sólo sentarse al lado. No dije una palabra, no le contesté (ante todo porque no quería delatarme como extranjera), y al poco tiempo me levanté y me fui a esperar a otro asiento, resguardado por más gente que también estaba esperando, y donde me sentía más a salvo. 
Una parte de mí se sintió mal, como: <<Te estás dejando llevar por los prejuicios>>, pero la otra sólo se acordada de ese intento de robo la noche antes de despegar.

Como de costumbre, el autobús del aeropuerto se hizo esperar. Llegó uno que iba a otro sitio, y la gente empezó a ir hacia él, en masa. Entonces vi cómo el chico se levantó y se acercó a la multitud, poco a poco. Me iba mirado mientras se colocaba detrás de una mujer que llevaba un gran bolso, bastante a la vista. Su sonrisa era desafiante. <<Ellos no me ven, tú sí, tú sabes lo que voy a hacer. - Parecía estar diciéndome mientras me sonreía - No vas a ser tú hoy, pero mira, va a ser otra, yo voy a hacer lo que voy que voy a hacer de todas formas.>>

Las puertas del autobús se cerraron y la figura del chico se perdió entre la gente. Yo no perdí por un segundo el control sobre mi mochila, aun sabiendo que, por el momento, el peligro había pasado. Seguí esperando medio alerta, pensativa. Recordaba los andares del chico hacia toda esa gente...Y sobre todo, ese gesto, dirigido a mí únicamente, esa sonrisa que me pareció desafiante y bobalicona al mismo tiempo, propia de un niño que quiere atención por la fechoría que está a punto de cometer. Como quien, sabiendo cuál es su suerte y su desagracia, se resigna, la acepta, e incluso juega con ella, se ríe de ella y la maneja su antojo.

De repente me pareció que había una profunda tristeza detrás de todo ello.


16 dic 2011

¿Qué es el Servicio Voluntario Europeo?

Pero realmente...¿qué es eso del "Servicio Voluntario Europeo"? ¿En qué consiste? ¿Es un trabajo? ¿De qué sirve?

La primera vez que se escucha hablar del Voluntariado Europeo uno se hace estas preguntas: normalmente un amigo, un conocido o el amigo de un amigo te ha dicho que ha estado haciendo esto, que lo mires, que parece que está bien. Lo cierto es que no se explica ni se difunde demasiado desde las instituciones donde hay más jóvenes, como las Universidades o los institutos.



                                     Vídeo explicativo sobre el "Servicio Voluntario Europeo"


¿Qué es?
El Servicio Voluntario Europeo es un programa de la Unión Europea por el que jóvenes de toda Europa pueden irse a cualquier país del mundo a trabajar en proyectos que vayan en beneficio de la población local. Es una especie de "beca" que te permite vivir una experiencia de voluntariado en otro país.

¿Quién puede hacerlo?
Todos los jóvenes residentes en la Unión Europea entre 18 y 30 años.

¿Pagan algo?
Al ser en otro país se cubre el dinero por desplazamiento (como el avión que tengas que coger para ir al país de acogida), y cada mes el voluntario recibe dinero para comida y un poco para sus gastos personales. El salario depende mucho del país al que se viaje (evidentemente las cosas no cuestan los mismo en Irlanda que en Rumanía, por ejemplo). Lo que sí está pagado es la residencia, lo cual es de agradecer teniendo en cuenta que quienes optan a hacer el SVE son jóvenes. Si en la ciudad donde vas a hacer tu voluntariado tienes que desplazarte para ir al trabajo, este gasto de transporte también está cubierto.

¿Cuánto dura?
La duración máxima es de un año. El mínimo son dos semanas.

¿Con quién tengo que contactar para realizarlo?
Primero tienes que buscar una organización de envío en tu país. Esta organización se encargará de informarte detalladamente, anotará tus preferencias sobre dónde quieres ir y te irá diciendo los proyectos que van saliendo, en los que hay plazas...Básicamente su función es orientarte y una vez hayas decidido tu proyecto y te hayan seleccionado para él, hacer todos los trámites para que te vayas.

¿Dónde ver los diferentes proyectos que hay?
Para elegir un proyecto tienes dos opciones:

-Que tu organización de envío te informe sobre los que ya están aprobados o necesitan voluntarios con más urgencia.

-Buscarlos por tu cuenta. Si decides hacer esto debes buscar en la base de datos de la web de la Unión Europea http://ec.europa.eu/youth/evs/aod/
¡Ojo! Si decides buscar un proyecto por tu cuenta tendrás que esperar a que dicho proyecto sea aprobado por la UE, lo que te puede llevar varios meses...o incluso puede que muchos de los proyectos que te interesan en ese momento no necesiten voluntarios. Sin embargo buscar así tu proyecto es recomendable cuando no te convencen los que te proponen desde tu organización de envío.

¿Hay plazos para inscribirse?
Como ya he explicado la organización de envío te propondrá proyectos que ya están aprobados y a punto de empezar, así que si te decides por uno de ellos no tendrás que esperar mucho (será la fecha que empiece).
Si por lo contrario has decidido buscar tu propio proyecto entre todos los que hay, debes enviar la solicitud como mínimo 3 meses antes de que empiece la actividad.

Más información...

Aquí dejo un folleto explicativo http://estaticojuventud.carm.es/wmj/home/DOC24553781010_105_web%20MURCIA%20-%20ACCION%202%20-%20Voluntariado.pdf

Para entender bien qué es una "organización de envío", de acogida, los plazos...recomiendo visitar este blog http://guiadelsve.blogspot.com/

14 sept 2011

La educación en Rumanía

Durante mi estancia en este país voy a trabajar con niños y adolescentes, sobre todo en institutos y colegios. Por ello me he interesado en saber exactamente cómo funciona el sistema escolar en este país.

De momento sólo puedo referirme a lo que conozco: los institutos de Campina, pero aun así hay algunos rasgos generales que comparte todo el país.

Lo que más me ha impresionado es que al terminar la enseñanza primaria se hace una selección en función de las notas que los alumnos hayan sacado en los últimos tres años, de forma que los alumnos con mejores notas medias irán al mejor instituto, aquellos que no tengan tan buenas notas, a uno peor. A los que estamos acostumbrados al sistema español (que tiene un excesivo proteccionismo hacia el alumnado, no nos engañemos), esta selección a la edad de 13 años más o menos nos parece una aberración, ya que de alguna forma se está "condenando" al niño a un futuro con menos oportunidades, ya que la diferencia entre los centros escolares es notoria.
También sorprende que la mayoría de los jóvenes hablan y entienden bastante bien el inglés, lengua que se imparte en sus institutos. El francés está muy presente también, pero este llega a formar parte de la propia lengua rumana (palabras como <<Merci>> son usadas con total normalidad). La influencia gala en Rumanía vivió su mayor apogeo en los años 20 del siglo pasado, especialmente en Bucarest (ciudad a la que le llegaron a apodar <<El pequeño París>>).

En cuanto a las universidades, las más prestigiosas del país son las de Bucarest y la de Cluj Napoca.