16 jul 2016

LAVAPIÉS: LA IDENTIDAD DE SUS MUROS, FACHADAS Y JARDINES

La identidad de los barrios no solo se refleja en su nombre. Parece fijarse más en los detalles que se observan cuando el viandante levanta la cabeza del suelo, cuando despega su mirada del alsfalto y con pose digna examina su horizonte a la altura de sus ojos.

Es entonces cuando la amalgama de colores de la pared cobra vida propia, los balcones se asoman a la mirada curiosa y se muestran, sus personajes pueblan de verdad las calles.Los rincones se vuelven más accesibles y el caminante examina con cuidado los escondrijos por los que se han colado las plantas.

Eso es lo que pasa cuando uno levanta la mirada en el emblemático barrio madrileño de Lavapiés: que su identidad chorrea por las paredes, por sus balcones y por sus jardines.










































24 may 2016

VIVIR EN LIBERTAD


Pequeño extracto de la obra de este touareg, en la que reflexiona sobre sus experiencias en la ciudad:

¡Es tan extraño que las necesidades que tan urgentes nos parecen sean vitales!


Un día me llamó una amiga mía llorando porque no le funcionaba el televisor y carecía de dinero para comprarse otro. Le pregunté si el problema era verdaderamente esencial. No supo qué contestarme. Hay una enorme cantidad de conflictos inútiles que nos ocupan demasiado sitio. Debemos siempre intentar ahorrar en acciones y en preocupaciones. Por pocas cosas en la vida merece la pena sentirse desgraciado.

Para los nómadas, cada gesto es esencial. No tenemos derecho a estar distraídos. Una torpeza puede hacer que se derrame el agua de un cántaro, y eso, en pleno desierto, es grave. Los días de mucho calor o de tormenta, cada gesto que hacemos puede costarnos muy caro. Ésa es la razón por la que hemos aprendido enseguida a limitarnos justo a los indispensable. Una falta de atención puede conllevar resultados fatales. Todo cuenta. Lo inútil no tiene ascendiente sobre nosotros.

 Kashba de Äit Ben Hadou

Esta forma de enfocar el mundo que nos rodea se refleja en nuestra relación con la vida en general: no nos cargamos demasiado. Por ello mismo, me sorprendí mucho al descubrir que en los países occidentales, que tan ocupados parecen, se sobrecargan hasta tal punto de cosas inútiles.




<<En el desierto no hay atascos>> , de Moussa Ag Assarid

28 mar 2016

LOS NÓMADAS DEL SIGLO XXI

Parecía que la rapidez de los transportes y el acceso a las tecnologías de la comunicación dibujaban vidas en movimiento para los seres humanos del nuevo siglo. Parecía que las fronteras se difuminaban, que cambiar de país por trabajo o placer ya no era un problema. Parecía que dolía menos echar de menos a la familia: Internet iba perfilando ese horizonte en el que mensajes instantáneos, fotografías y vídeos acercan a las personas como nunca antes había sido posible.
Parecía, según decían los expertos, que nos íbamos a volver otra vez nómadas, que esa era nuestra evolución natural.

Y sin embargo, la sociedad nómada de hoy lo es por otras razones.

Quitando a las comunidades que continúan con una forma de vida nómada como han hecho siempre, en función de las estaciones, las demás lo hacen por una causa muy distinta.

La guerra  y el hambre son las principales causas de movilidad en el planeta, aunque no siempre se trata conflictos declarados. Y todas sus víctimas, se llamen como se llamen, son siempre refugiados, ya que buscan cobijo por una causa de fuerza mayor.

En 1984 el fotógrafo Steve Mc Curry retrató el hermoso rostro de una niña en Pakistán. Ni él ni aquella muchacha anónima sospechaban entonces que la fotografía daría la vuelta al mundo al convertirse en la portada de National Geographic. 
Fue así como Sharbat Gula, que así se llama la niña ya convertida en mujer, pasó a la fama sin saberlo y siguió su camino para salvar su vida. Cuando se hizo la foto, Gula se encontraba en la escuela del campamento de refugiados de Nasir Bagh, que acogía a los afganos que habían huido de la guerra entre su país y la URSS.


Imagen de Sharbat Gula a los doce años.

Casi treinta años después, Mc Curry se lanzó a la búsqueda de Gula: quería saber si había sobrevivido, dónde había ido, cómo vivía ahora. Finalmente Mc Curry y su equipo la encontraron en su pueblo natal de Afganistán. Ella relató cómo había sido la huida. Volvió a ser fotografiada y a aparecer en la portada de la revista: no había vuelto a posar para nadie y desconocía por completo que su rostro era conocido la fama que había alcanzado.

Esta es solo una de las muchas historias de los que huyen de la guerra, del fanatismo, del horror de una forma u otra. Miles de personas han visto su cara, se ha impreso en papel, circula en Internet, se han hecho dibujos en varios formatos, como si se banalizase la situación.

No sabemos hasta qué punto las nuevas migraciones modificarán para siempre el mapa humano que conocemos.

La crisis de los refugiados sirios a las puertas de Europa, en la que se cuelan los también refugiados de otras nacionalidades, no es más que un toque de atención a la parte rica del planeta. Los medios de comunicación (y aquí se pueden incluir los blogs) somos también responsables de contar bien estas historias. De ir más allá de una niña de ojos impresionantes en la portada de una conocida revista o del testimonio amarillista de algunos afectados. No acostumbrarnos a ver esto, ni a consentirlo. Narrar el día a día no solo de los que se han visto forzados a huir, si no, como pasa casi siempre, de las situaciones previas a esa marcha forzada, de los miles que pasan hambre y tarde o temprano también emprenderán el camino, de todos los que viven esquivando las balas que nuestros mismos gobiernos venden, los mismos que nunca tendrán un titular con nombre ya que serán meras cifras de algún país desarrollado.



El Mediterráneo atarcede: en los últimos años sus aguas se han convertido a veces en la cuna que regala una nueva vida a los inmigrantes y otras han mecido su último aliento.

Tal vez el primer paso sea educarnos nosotros también: conocer los países de África, de Asia, de América, de Oceanía, estudiar su historia y la relación que guarda con la nuestra, considerar sus movimientos migratorios y de refugiados como algo más que nos viene bien para que nos puedan pagar las pensiones.

Irónicamente la era digital, en la que se desdibujan los valores, las estructuras y los hábitos, el ser humano sigue siendo el mismo. Nómadas a un lado de la pantalla y al otro, pero personas al fin y al cabo.

Hasta que no entendamos esto no podremos cambiar nada.




15 mar 2016

FELICES ESCLAVOS O LA LIBERTAD

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombre dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida"

El Quijote , de Miguel de Cervantes

Hace tiempo que lo pienso: vivimos y vamos, cada vez más, hacia una sociedad narcotizada, tanto física como emocionalmente. Tomamos narcotizantes en busca de una sensación de felicidad que ansiamos conseguir de forma rápida, si es sin esfuerzo, mejor, una felicidad casi de "fast food", de usar y tirar, como tantas cosas que nos rodean. Y tal vez sea por ese ansia de felicidad,o por el efecto de dichos narcotizantes - que a penas distinguimos que lo sean-, que no sabemos ver más allá. 

Cada vez más, nos parecemos a esa sociedad que dibujaba Adolf Huxley en "Un mundo feliz", en la que ciudadanos autómatas toman su dosis diaria de soma; la droga que les aportaba felicidad y bienestar. En ese mundo no existía el dolor, ni las experiencias traumáticas, ni se sentía el paso del tiempo, ya que automáticamente aparentaban ser siempre jóvenes y al morir se deshacían de los cuerpos sin más. Ni si quiera existía el esfuerzo, ya que la sociedad se dividía en clases de listos a tontos, según su nacimiento: los listos tenían mejores trabajos, más medios, se relacionaban solo entre ellos... pero no por ser listos pensaban. Todos, absolutamente todos necesitaban su ración diaria de droga que les transportase a ese estado de felicidad para continuar viviendo así.

Da la sensación de que, cada vez más, necesitamos esa evasión de la realidad, a pesar de que  vivimos en el primer mundo, que ha conseguido derechos, progreso y lo presentamos como modelo a imitar. Y el sabe muy bien cómo ofrecérnosla: si estás de bajón, ¿qué mejor que irte de compras para olvidarlo?, si en las noticias no salen más que desgracias, ¿por qué no poner Gran Hermano?, si llevas una vida sedentaria y estás obeso, ¿qué mejor que una buena liposucción para recuperar esa felicidad perdida?

Todo esto por no hablar de cuando esta narcotización se realiza con pastillas de verdad. El consumo de antidepresivos, medicamentos para controlar la ansiedad, fármacos infantiles...se está disparando en los países más desarrollados. Y sí, seguro que hay quien sí lo necesite, pero basta con echar un vistazo a la realidad para darse cuenta de que, al margen de problemas puramente médicos, hay otros que no se pueden tratar a base de pastillas. 



Y es que tal vez hayamos sobre valorado la felicidad. Todos, sin excepción, la deseamos, para nosotros y para los que amamos. Pero hemos olvidado que hay algo mucho más valioso que esta, que es lo que nos realiza, lo que hace que algo valga la pena, lo más nos puede llenar: la libertad.

Se puede ser feliz evadiéndose todos los días, viviendo en alucinaciones; muchos lo hacen  y jurarán que son felices así, por eso necesitan seguir alcanzando esta felicidad. Pero el despertar es duro. Y es el que es. 
En cambio, la libertad hace que seamos conscientes de hasta qué punto somos responsables de lo que nos pasa, y podemos cambiarlo. ¿No será, acaso, que preferimos no pensar? La libertad cuesta esfuerzo. A veces es intentar e intentar y seguir intentando cambiar las cosas, y puede que ese esfuerzo no nos haga precisamente felices en ese momento; pero merece mil veces más la pena, eso irá perfilando quienes somos en realidad, la historia de nuestras luchas, de nuestra voluntad, de nuestra valentía. 

Hace poco, buscando información sobre este tema, dí con el genial artículo de Gregorio Luri titulado "El pienso felicitario" , que no tiene desperdicio, en el que aborda este tema desde la Educación. En su opinión, la felicidad no debe ser el único objetivo de la Educación. Hay que formar ciudadanos capaces de ser críticos, no solo felices. Se nos ha educado, cada vez más, en la cultura del no esfuerzo, de pensar que todo viene solo, como caído del cielo, y aunque no nos guste reconocerlos, nuestra quebradiza felicidad se basa en eso.

Y repito: todos, buscamos la felicidad, pero hay que saber encontrarla. Siempre hay un precio que pagar, y si lo queremos todo gratis, lo más seguro es que la calidad no sea buena. En conclusión, solo con la felicidad no se va a obtener libertad, como les pasa a los drogadictos. 


Pero con libertad, al menos sí sabremos que nuestra felicidad va a ser  auténtica.





12 mar 2016

SEMILLA

<<TRATARON DE ENTERRARNOS...




  NO SABÍAN 

                           QUE ÉRAMOS SEMILLAS.>>


11 mar 2016

BLANCO BUENO BUSCA NEGRO POBRE

En 2008 se publicó el libro con este título que recoge las reflexiones de su autor, Gustau Nerín, sobre el mundo de la cooperación y el desarrollo en África, con el subtítulo "Una crítica a los organismos de cooperación y las ONGs".



El autor, antropólogo con experiencia de más de 20 años en Guinea Ecuatorial, critica el sistema con el que se mueven las ONGs que operan allí. La obra es interesante, ya que en primer lugar, está escrita por alguien con experiencia sobre el terreno y ayuda a repensar si de verdad el continente africano necesita tanto nuestra ayuda como se nos ha hecho creer, o al menos tal como nosotros la entendemos.

En él se desmontan las ideas preconcebidas a cerca cómo funciona esa solidaridad "Norte- Sur" y cómo desde Occidente partimos de planteamientos poco realistas para mejorar la realidad africana y los blancos buenos que quieren ayudar. Algunos de ellos serían:

-Los africanos no saben hacer las cosas por sí mismos, por lo que ha de llegar un blanco que les civilice y enseñe cómo formar una sociedad mejor.

-Como sus sistemas políticos son caóticos, es mejor no contar mucho con ellos (políticos corruptos, instituciones vacías de contenido, agitación social); por lo que los cooperantes se relacionan básicamente con su matriz europea. Excluyendo a la parte interesada en recibir la ayuda, difícilmente se le puede ayudar.

-No existe una visión a largo plazo y sostenible de la mayoría de los proyectos de cooperación, si no a corto plazo y casi rozando el negocio. El autor cuenta que la muchos de ellos son abandonados en cuanto se acaba la financiación para ello, y que carecen de una visión global: por ejemplo, no basta con construir un hospital si no se invierte en electricidad para que éste pueda desarrollar su actividad, sin carreteras para llegar hasta ellos, sin medicinas de calidad, y no las "migajas" que muchos blancos donan..

-Muchos de los cooperantes o llamados expertos no tienen ni idea sobre cuál es la realidad Africana. Llegan al continente habiendo estudiado en la Universidad y con varios títulos de especialización sobre Cooperación y Desarrollo, pero desconocen profundamente y de primera mano las costumbres, los hábitos alimenticios, las relaciones sociales... e intentan imponer un solo modelo de bienestar. El autor relata cómo en África es inconcebible que un niño huérfano quede solo, ya que la estructura familiar es muy fuerte y siempre habrá quien lo acoja; por lo que muchos proyectos de orfanatos han fracasado por este mismo motivo.

-Los mismos cooperantes crean una red de relaciones únicamente entre ellos, así como una pequeña sociedad que abarca sus viviendas, los hoteles en los que se reúnen, los restaurantes a los que van... En otras palabras, viven en una realidad absolutamente paralela a aquella que quieren cambiar. Cita incluso el autor que incluso en algunos casos, se gasta más en mantener a los cooperantes en este nivel de vida, que la ayuda que destinada a los propios proyectos.

-El desarrollo es una ideología y se basa en la idea de autosatisfacción,por lo que creer en ello es creer que se va por el buen camino. Tal es el poder de esta idea que la mayoría de ONGs y en ocasiones gobiernos africanos, incluyen este término en sus discursos, propaganda o publicidad, sin que nadie cuestione en qué consiste exactamente ese desarrollo. Este mismo solo deja una alternativa a quienes reciben esta caridad: imitar a Occidente.

-Existen tres premisas para que, actualmente, un proyecto de cooperación salga adelante, independientemente de que éste sea útil o no: el buen gobierno, el medio ambiente y sobre todo, la mujer. Esta última, la perspectiva de género, es, según el autor, la que se ha puesto más de moda en los últimos años y que se basa en la idea de que todas las mujeres quieren lo mismo y que las africanas de ben adoptar el estilo de vida de las occidentales para sentirse liberadas.

El libro recibió numerosas críticas con su publicación y mas ONGs se sintieron ofendidas al ver que atacaba sus pilares, su transparencia, sus buenas prácticas, incluso un conocido periódico le contestó... Y es que el autor señalaba incluso que en los medios de comunicación esta idea de la solidaridad está calando de tal manera que genera un tipo de información claramente alineado con estas ideas. Se defendieron acusándole de generalizar casos aislados, de tirar por tierra el sacrificio de muchos cooperantes que llevan años en el terreno y de prejuzgar la labor de la cooperación.

Sin embargo y más allá de  la polémica, se trata de un libro muy interesante para repensar la forma en que Occidente y nuestra nueva cultura de masas está colonizando, aunque sea sin querer, a las demás. Sobre la visión de superioridad intrínseca que se exporta en la supuesta ayuda y cuál es el efecto real de esta misma. Y sobre si se cuenta de verdad con los principales interesados o si no se conocen ni unos ni otros. Nunca está de más una autocrítica.


1 mar 2016

VIDA

Cuando se va aproximando la fecha del cumpleaños, me invade una sensación rara. Alegría, nostalgia y una leve tristeza en forma de rabia por aquello que no cumplimos, por lo que soñamos, por esos sueños que siguen llamando con fuerza a la puerta del corazón... ¿He dicho eso? No, no, la puerta misma de la realidad, del día a día.

Pero casi siempre, por no decir siempre, me aproximo a esta fecha con una gran sonrisa dibujada en la cara. Por eso mismo. 

Porque los sueños siguen llamando a la puerta, y eso es que no he dejado de soñar. ¡Y vaya sueños! La realidad es que nunca hay que pensar que son imposibles. Porque algunos sí los he cumplido, y eso es que he sido valiente. Porque si escuece y lloras, y te duele que no se haya cumplido... es que estás viva y nunca has dejado de quererlo. Porque todo eso te pone los pies en la tierra para seguir adelante, para soñar más, para aprender. Porque nunca has perdido la conexión con esa niña o niño. Después de todo, los niños y a pesar de ser más inocentes, saben mejor lo que quieren.

Pero sobre todo, porque cuando miro atrás, veo que he sido muy afortunada. 

Porque sí, porque hay que celebrar los cumpleaños. Porque miro atrás y echo de menos a quienes  no están... pero agradezco mil veces más haberles tenido. Porque nunca se deja de ser una niña con ilusión por comer una tarta de chocolate, con un día mágico por delante, porque las canciones son personalizadas ese día. Y porque, por suerte, me enseñaron y pude compartir tantos, los necesarios, con quienes tenía al lado y me pintaron esa sonrisa...Porque celebramos el tiempo, tiempo de vida.

Porque a pesar de todo, se celebra la vida.


13 feb 2016

COMPITE CONTIGO MISMO

Hace poco leí un artículo que que trataba sobre que, a pesar de vivir en una sociedad con  valores pacíficos un supuesto estado del bienestar y cooperación, estamos inmersos en la competitividad. Y es cierto. Basta con poner la tele un rato: programas en los que se compite por tener pareja, por llevarse el premio gordo, por ganar el concurso de baile. de cocina, de canto, por ser el campeón de la liga.

Nada de esto es nuevo, Creo que en parámetros normales el ser humano es una animal social, y por tanto la competición con otros, la comparación, es necesaria para entender su propio mundo. Mirara a los demás puede ser beneficioso para conocer la realidad. El problema viene cuando esa competición se refleja en lo más sutil, en el día a día, en actos que se escapan del control. Y sobre todo en el para quién, por qué, a qué precio y con qué fin.

Parece que se nos enseña a  competir en todo: quién es el más guapo, el que tiene mejor coche, el que gana más, el que ha llegado más alto. Medimos, sobre todo el éxito en términos cuantitativos; la cantidad siempre por encima de la calidad, y eso no puede ser. No es realista, nos destruye.

Cuánto pesas, cuántos años tienes y qué trabajo has llegado a encontrar en ese tiempo... ¿Es un buen trabajo? ¿Te has comprado ya una casa? ¿Por cuánto, cómo es de grande? ¿Tienes coche? En conclusión: ¿has tenido éxito? Medimos nuestro éxito con números y eso es irreal. Los números sólo son datos, pero no quieren decir nada por sí mismos.

No compitas, no sirve. No, por que nadie sabe desde fuera quién eres ni qué quieres. Uno puede estar trabajando en un supermercado para ganar dinero y viajar a un lugar recóndito, para aprender un idioma, para vivir nuevas experiencias. Otro puede haber llegado a director general y ser muy feliz, o vivir cada día más frustrado porque no tiene tiempo de ver a su familia y el miedo le atenaza por poder perder "un buen trabajo". Otro más puede tener un talento natural envidiable pero no querer sacarlo nunca porque desea dedicarse a otra cosa. Y hay quien sí lo saca y le va bien.

Parece que toda nuestra educación, la del colegio y la de la calle, la vida, los medios, nos enseña sólo a medirnos con la apariencia. No se nos enseña la parte más difícil, la de competir con nosotros mismos. Y se trata precisamente de eso. Compite contigo mismo. Desafía lo que conoces, rétate a vivir como deseas realmente, sé capaz de tomar tus propias decisiones. Salir de lo que nos es fácil también puede ser salir de ese camino marcado por la sociedad. Plantearse qué es lo que uno quiere y cuánto está dispuesto a arriesgar para conseguirlo, ése es el verdadero reto de la competición y la mayoría de las veces no tiene que ver con los números, con la apariencia o con la ropa.

Y porque sobre todo hay que contar con el tiempo, ese maestro a veces dulce, otras no tanto, que aparece todos los días por la mañana y que cada vez se vuelve más valioso.