10 dic 2014

BAJARSE AL MORO

En España se popularizó en los años 90 la expresión "bajarse al moro" en referencia al hecho de ir a Marruecos a comprar o consumir hachís. Se hicieron una obra obra de teatro y una película bajo este título.Y es que el cultivo de esta droga estuvo permitido en Marruecos hasta hace no mucho.

No es de extrañar que muchos españoles relacionen Marruecos con hachís, con droga, con una especie de mercadillo en forma de un país del que desconocen todo lo demás. No en vano en algunas regiones se ha vivido durante mucho tiempo de esto, aunque hoy es ilegal.
Es tristísimo ver cómo toda la historia, la cultura, la gente, los hábitos distintos de los nuestros (y otros no tanto) pasan totalmente desapercibidos antes los ojos de quien no conoce más que lo que ha oído del país vecino. El colmo de la estupidez reduccionista, simplista.


                                                      Carátula de la película "Bajarse al moro"

Hoy me gustaría contar una anécdota que viví en Marruecos hace tan sólo unos meses. Por casualidad conocí a un grupo de españoles que estaban recorriendo el país de punta a punta, en moto. Sí, estos "aventureros" se ponían sus trajes de motero con todas sus protecciones y tras unas horas en la carretera iban a descansar.... al mejor hotel de la ciudad. Eso sí, siempre seguidos por un camión enorme que les llevaba sus maletas y otras comodidades, y con el guía que les había organizado el viaje.
Así es, esta es la última moda: ir de aventurero- motero por el día (con unas pocas horitas está bien) y planchar la oreja en un hotelazo cinco estrellas. Amén de cenar en un restaurante caro. No seré yo quien diga que después de montar en moto esta gente no necesite una ducha decente y descansar en condiciones, pero entonces, amigos, olvidémonos de la "aventura"que estos individuos se jactaban de realizar.

Me les presentaron esa misma noche, pues unos marroquíes que había conocido hace unos días me avisaron de que trabajarían en turismo con ellos, que sería agradable para mí intercambiar experiencias.
Así que nada más conocerme y como colofón final a este gran día, se les ocurrió preguntarme (ya que yo era española, cómo iban a hacer ellos el esfuerzo de comunicarse en otro idioma) cómo podían conseguir hachís. Sí, está claro, si lo quieres no te quedes en tu pueblo: cruza el estrecho de Gibraltar, después farda de motito con tu cara de gilipollas en cuatro aldeas, ignora toda la cultura que tienes delante y luego pregunta por ello. Es fácil... ¿Cómo no te lo van a dar? ¿Cómo no, a tí? ¿No era este el paraíso de la droga? ¿Por qué no joder un poco más al país vecino sin tan siquiera preocuparte de cómo lo está pasando la gente que día a día te sirve en los hotelazos, en los restaurantes...?
No contentos con pedir esto (a mí me preguntaron, a los marroquíes casi se lo exigían) y en vista de que no estábamos por la labor de ayudarles, pidieron algo más. <<Bueno, ahora al llegar al hotel preguntaremos dónde están aquí la fiesta y las chicas>>. Date, date. Así que te vas a Marruecos a por droga, fiesta y chicas. Faltaría más que a tí, turista adinerado y cobarde te faltase algo de esto. Ni que decir tiene que jamás se les pasó por la cabeza pensar qué consecuencias podía tener para los marroquíes que les acompañaban en su viaje estar relacionados con tráfico de hachís, ni que en un país musulmán (en el que no se bebe alcohol a la ligera) no iban a encontrar la tasca del tío Antonio, especialidad en vinos, en la primera calle. 
Para estos estúpidos con dinero la ecuación estaba clara: cuanto más inversamente proporcional es el número de billetes con respecto a la inteligencia; más me creo con derecho a exigir en este nuevo lugar.

Y lo peor de todo ello no es ni si quiera el hecho de que consigan droga o no (que cada uno haga lo que quiera), ni siquiera que aparenten algo que no son, ni siquiera que se crean superiores, ni siquiera que no sepan leer un mapa ellos solitos.
Lo peor es que tras esta visión tan simplista que define a una cultura sólo como productora de droga, que cree que eso es lo único que puede ofrecer, se esconde algo mucho peor: el desinterés absoluto por conocer nada más, por mirar de verdad, por vivirla de verdad, por conocer su gente, hablar con ellos, conocer su historia y contarles la tuya, intentar verlo de forma objetiva, con lo bueno y lo malo, sumergiéndote en sus calles, en su vida diaria, respirándola de verdad.



                                             Artwork del conjunto de arte urbano Boamistura 

Sé que muchos de estos moteros (y muchos más que viajan como ellos) llegarían después a su casa enseñando las fotos de su "aventura": aquí en el desierto, esta de una ciudad, esta en la carretera.... y estoy segura de que sus familiares y compañeros de trabajo pensarán de ellos lo que ven. <<¡Qué tíos, qué valor, qué gran hazaña!>>. Son los que fardarán y fardarán, e incluso ellos mismos se creerán que han logrado un hito. Y sin embargo son los mismos que jamás se han interesado por descubrir algo más allá de su viaje organizado, son los mismos que nunca han intentado chapurrear "dariya" y ni de lejos son capaces de sentarse a comer y beber con un marroquí autóctono fuera de su circuito de hotelitos y buenos restaurantes. Han hecho un viaje sin enterarse, solo porque así estaba programado. Y lo peor es que nunca han querido ver más, se han regocijado en sentirse superiores y exigir mierdas: cosas absolutamente prescindibles para el viaje.

No pretendo que todo el mundo viaje con una mochila a la espalda, ésa no es la cuestión. La cuestión es qué sentido tiene faltar así al respeto, faltárselo a uno mismo perdiéndose lo mejor, dar palmas de alegría por ser ignorante y además sentirse orgulloso. Salir de tu país, de tu cultura, de tu círculo, para acabar haciendo lo mismo que haces allí. ¿Es realmente necesario?

Porque mientras sujetos como los de esta historia exigían estupideces a ciegas gastándose un dineral, el camarero que les atendía hablaba cinco idiomas, el de la recepción sabía más historia de España que ellos e incluso los comerciantes sabían más de la actualidad de nuestro país que ellos.

Y mientras sigamos con esta visión tan estrecha de la realidad, negando de antemano lo que los otros nos ofrecen, imponiendo de forma cínica y autoritaria nuestros caprichos; mal nos irá, por mucho dinero que se tenga para pagar esto o aquello. El dinero va y viene, pero saber buscar recursos y tener inteligencia no. 

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