Esta es mi primera colaboración
para la revista online "Proyecto Khalo", una publicación mensual que
sigo desde hace meses y que desde el principio me enganchó. Se autodefine como
una alternativa a las revistas femeninas y todos sus artículos ponen el
punto de mira en la mujer y su relación con el entorno, siempre con unas dosis
de realidad, colaboración, análisis y sarcarsmo que no existen en las revistas
femeninas actuales. Os invito a que la conozcáis y por supuesto a que leáis mi
primer artículo.
El título puede ser chocante,
malsonante o simplemente llamativo. Pero nada más lejos de la realidad; lo que
trato de describir en este artículo son los dos extremos represivos del
imaginario social entorno a la mujer, con la mayor objetividad posible. Si queréis leer el
artículo en la web de "Proyecto Khalo", pinchad aquí: "De putas y santas"
-Mira Fulanita, vaya pintas que
lleva, con esa falda, ayer estaba con uno y hoy con otro… ¡Menuda puta!
-Pues mira Menganita, con lo
fea que es la pobre, siempre estudiando…No tiene “nivel” para venir con
nosotras, ¡es muy santa!
¿Os suenan estas
conversaciones? Seguro que más de una vez todas hemos oído (cuando no
participado) en una de ellas. Ser puta o ser santa. La eterna dualidad para las
mujeres. Y la lástima es que casi siempre
somos las propias mujeres las que juzgamos así a las otras, sin darnos cuenta
de que al hacerlo nos hacemos daño a nosotras mismas. Voy a
escribir este artículo sobre las mujeres por el hecho de serlo, pero creo que
en este juego del etiquetado somos todos, hombres y mujeres, quienes salimos
perdiendo.
Parece como si en nuestra
sociedad las mujeres sólo pudiésemos aspirar a estar en alguno de estos
extremos, tan temidos, tan fáciles de determinar, tan catalogables. Putas o
santas, malas o buenas, brujas o princesitas, vividoras sin conciencia o
amargadas olvidadas de sí mismas… Todo o nada.
Voy a analizar exactamente a
qué nos referimos -y en esto hay mucho de cultural- cuando decimos que una
mujer es una puta o una santa.
Puta es aquella que ofrece sexo
a cambio de dinero. Sin embargo, creo que cuando a una mujer se le llama
“puta”, esta palabra denota mucho más, por el contexto cultural. Ser puta es
ser vil, no tener escrúpulos ni conciencia. Es mucho más que vender el cuerpo,
es haber vendido el alma, haberse salido del camino marcado y poder ser
señalada con la letra escarlata. Es el tabú social, es ser indigna. Es un ser
despersonalizado, sin amor ni disfrute propio. Por mucho que lo he
pensado, no consigo
encontrar una palabra negativa que describa a quien se beneficia del servicio
de la puta: cliente, chulo (esta incluso denota superioridad),
la Madamme (“señora” en francés, a modo de respeto)… En el mismo lenguaje
la puta se queda sola, porque aunque se dé que todos se aprovechen de ella, al
final es ella sola la que ha de llevar la carga de ser lo que es en la sociedad
en la que vivimos.Lo curioso de todo esto es que la puta está hecha para el
placer de los demás, sin los demás, ser “puta” no tiene sentido.
Vamos a hora al otro extremo,
el de la “santa”. Habrá quien piense que este no es tan dañino como el
anterior, ya que culturalmente es más aceptado. A pesar de que muchos de los
santos que aparecen en el calendario lo fueron por haber sido castigados por
sus ideas religiosas (lo que implicaba valentía), ser “santa” es otra palabra
cuyo significado se ha desvirtuado y tiene un significado social.
El diccionario la define como: “De especial virtud y ejemplo de persona sin culpa, venerable”.
Es aquella que no puede tener culpa porque nunca hace nada, y si hace es lo que está marcado. Por tanto, la cautela y la inactividad son su camino. Es todo lo opuesto a la puta: no contesta, es sumisa, debe sacrificarse por los demás ante todo. En nuestra sociedad esto se consigue por los medios más diversos: la imagen, la ropa, conseguir una posición social “bien vista”, una casa… Ser una mujer que no llame demasiado la atención para no deslumbrar, pero que la llame lo justo como para que los demás vean que sigue el buen camino. Es la niña buena transformada en chica aplicada, la mujer esperable. Su misión es velar por el resto, una santa no goza de su vida en pos de los demás, que pueden aprovecharse de esto.
El diccionario la define como: “De especial virtud y ejemplo de persona sin culpa, venerable”.
Es aquella que no puede tener culpa porque nunca hace nada, y si hace es lo que está marcado. Por tanto, la cautela y la inactividad son su camino. Es todo lo opuesto a la puta: no contesta, es sumisa, debe sacrificarse por los demás ante todo. En nuestra sociedad esto se consigue por los medios más diversos: la imagen, la ropa, conseguir una posición social “bien vista”, una casa… Ser una mujer que no llame demasiado la atención para no deslumbrar, pero que la llame lo justo como para que los demás vean que sigue el buen camino. Es la niña buena transformada en chica aplicada, la mujer esperable. Su misión es velar por el resto, una santa no goza de su vida en pos de los demás, que pueden aprovecharse de esto.
"Ella baila bembé", Canción de Amparanoia
Los demás… ¿Os
suena esto de algo? ¿Será que la santa y la puta son dos barrotes de una misma
cárcel?
Ambas están al
servicio de la sociedad, son fácilmente identificables y etiquetables… Ni la santa ni la puta cubren sus propias
necesidades, sino las de los demás. Ambas están totalmente
desconectadas de cualquier deseo personal.
Ambas son figuras incómodas para las mujeres de nuestra sociedad. Las generaciones anteriores valoraban más el extremo de la santa por la influencia de la religión (la Virgen María es la santa por excelencia), y creo que hoy, por la influencia de los medios de comunicación, se nos quiere transmitir la imagen de que una mujer libre elegirá más el modelo de la puta. Lo peor es que muchas veces somos las propias mujeres quienes no nos paramos a pensar si realmente tenemos que movernos entre estos dos extremos que de por sí son falsos; ya que nos cortan los instintos más primarios y nos hacen creer que algunos de nuestros sentimientos y deseos son incompatibles con los demás. Se puede ser dulce a la vez luchar como una animal por lo que se quiere, ser sexual y tener aspiraciones espirituales, contestar con descaro cuando es necesario y querer cuidar o tener hijos. No sólo se puede hacer, si no que en realidad, se es realmente.
El propio ciclo menstrual (que por supuesto no es igual para todas) hace que el cuerpo de la mujer pase por distintas fases hormonales, físicas, emocionales: complementarias. De la menstruación a la ovulación hay cambios enormes en cuanto al deseo, a la sensibilidad al dolor, en cuanto a los fluidos físicos… Y todo este cambio dentro de una sola mujer una vez al mes… ¿Por qué no aceptar entonces estos cambios a nivel de sociedad al referirse a la mujer?
Ambas son figuras incómodas para las mujeres de nuestra sociedad. Las generaciones anteriores valoraban más el extremo de la santa por la influencia de la religión (la Virgen María es la santa por excelencia), y creo que hoy, por la influencia de los medios de comunicación, se nos quiere transmitir la imagen de que una mujer libre elegirá más el modelo de la puta. Lo peor es que muchas veces somos las propias mujeres quienes no nos paramos a pensar si realmente tenemos que movernos entre estos dos extremos que de por sí son falsos; ya que nos cortan los instintos más primarios y nos hacen creer que algunos de nuestros sentimientos y deseos son incompatibles con los demás. Se puede ser dulce a la vez luchar como una animal por lo que se quiere, ser sexual y tener aspiraciones espirituales, contestar con descaro cuando es necesario y querer cuidar o tener hijos. No sólo se puede hacer, si no que en realidad, se es realmente.
El propio ciclo menstrual (que por supuesto no es igual para todas) hace que el cuerpo de la mujer pase por distintas fases hormonales, físicas, emocionales: complementarias. De la menstruación a la ovulación hay cambios enormes en cuanto al deseo, a la sensibilidad al dolor, en cuanto a los fluidos físicos… Y todo este cambio dentro de una sola mujer una vez al mes… ¿Por qué no aceptar entonces estos cambios a nivel de sociedad al referirse a la mujer?
En su libro Las diosas en cada mujer,
la doctora Jean Shinoda muestra los arquetipos femeninos basados en las diosas
griegas. Aunque nunca me ha parecido muy realista poner etiquetas, sí creo que
es interesante ya que la cultura greco-latina es nuestro origen. Me llamó mucho
la atención la referencia que hace a las diosas Afrodita y Hestia, que representaban el amor y la
sexualidad la una y el mundo espiritual e interior la otra. Lo
que en nuestra sociedad equivaldría a la puta y la santa, aunque en oposición a
nuestra realidad social, aquí ambas deidades lucen por hacer muestra de su
voluntad. Shinoda dice que tienen mucho más en común de lo que se podría
pensar. Ambas son independientes, no dan explicaciones a nadie, han elegido
libremente el lugar en el que están. “…(Afrodita)
es capaz de centrarse en lo que para ella tiene personalmente sentido; los
demás no pueden apartarla de su meta. Y en cuanto que lo que ella valora, es
puramente subjetivo y no puede medirse en términos de éxito o de
reconocimiento. Afrodita es (paradójicamente) muy similar a la anónima e
introvertida Hestia, que, aparentemente, es la diosa menos parecida a Afrodita.“
Tener
que elegir entre ser puta o ser santa es tener que estrangularse, dejar de
respirar, amputarse una de las partes que van a ser vistas y juzgadas desde fuera. Y
lo que es peor: es tener que separar la vida de la propia vida, dividir los
instintos y las emociones, enloquecer por no poder juntar todo ello en una
misma persona. Es ahogarnos en nosotras mismas y ponérnoslo muy difícil para
salir a flote.
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