29 may 2014

Y TÚ, ¿POR QUÉ VIAJAS?

Ya lo tenía claro cuando me lo preguntó el vendedor de alfombras en Aït Benhaddou. Sabía la respuesta porque había estado pensando sobre ello mientras viajaba en el tren o en el autobús, durante varios días.

Hablando sobre la prisa de los europeos, él me había preguntado que porqué viajaba. Y es de hecho una muy buena pregunta.

Viajo para conocer más y porque creo que mi educación aún no ha acabado. Porque creo que es muy importante vivir en la realidad, y para eso hay que conocerla. Porque, como todo en esta vida, si no eres tú el que se preocupa por conocer y por hacer, siempre acabará habiendo alguien o algo (puede ser la tele, un amigo de un amigo, una película) por medio del cual acabes "viviendo" esa realidad. Habrá alguien que te lo cuente y te diga cómo es, para bien o para mal. Pero así nunca podrás sentir lo que es caminar por aquellas calles estrechas, ni oler ni degustar la comida, ni maravillarte por que el autobús te ofrece un paisaje de cuento por su ventanilla y sentir que tienes suerte por poder disfrutarlo.

Creo que pocas cosas enseñan tanto como viajar, a pesar de que la mayoría de la gente que conozco se ha lanzado a hacer segundas carreras, másters (hay quien acumula tres) u otros estudios superiores, pensando que van a estar más preparados para manejarse en este mundo.
En primer lugar, y de modo práctico, por los idiomas que aprendes, porque no te queda más remedio.
También es fascinante darse cuenta de lo pequeño que es tu mundo. No hablemos ya de la gente que conoces y de las historias que hay detrás. 


Y porque detrás de estas bonitas y profundas palabras se esconde (y ahora lo muestro) mucha dificultad e inadaptación. Viajar no es fácil. Y eso es parte de la clave, porque sin ello no habría aprendizaje. Vivir situaciones que te chocan y causan repulsa al principio, conocer gente hacia la que antes, no nos engañemos, tenías ciertos prejuicios. Vivir en lugares que no son cómodos, donde puedes echar en falta una simple ducha durante días mientras sudas lo inimaginable. Conciliar el sueño en trenes y autobuses o estar alerta ante desconocidos.

Rendirse a que no te queda más remedio que adaptarte a algo que no conoces y que sin embargo, consigues conciliar con tu vida. Y que no pasa nada, todo sigue adelante.

Viajo porque salgo más fuerte y desarrollo mis capacidades al máximo. Viajo para enfrentarme, aunque sólo sea a mi manera, a lo que hay, a pesar de que no siempre es posible ni bonito. Viajo para que no me lo cuentes tú, ni aquél, para no conocer la vida a través de una pantalla, para evaporar todo lo que pienso y volverlo a construir. Viajo para vivir la realidad.

Viajo en realidad para no tener miedo.

                                                  La Koutubia, mezquita de Marrakech (Marruecos)

No hay comentarios: