No me resisto a pegar la
entrevista al sociólogo Zygmunt Bauman que fue publicada hace unos días en "El País", realizada por Pilar Álvarez.
El sociólogo polaco es el autor del concepto "modernidad líquida", que describe a una sociedad en contante cambio; y en esta ocasión se refiere a las relaciones sociales. Reacciona contra las redes sociales como medio para relacionarse entre seres humanos, puesto que suplantan lo que realmente son las personas. Aquí dejo el texto íntegro:
Hemos perdido el arte de las relaciones sociales
“Hay que replantearse el concepto de felicidad, se lo digo totalmente en serio”. El hombre que bautizó este tiempo de incertidumbre como modernidad líquida repara durante gran parte de la conversación en el deseo más universal de la humanidad. El filósofo y pensador Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925), cree que se nos ha olvidado cómo alcanzarla: “Generamos una especie de sentido de la culpabilidad que nos lo impide”.
Bauman recaló recientemente en la capital para ofrecer una conferencia en la Universidad Europea de Madrid a propósito de su último libro Sobre la educación en un mundo líquido, publicado en 2013. La conversación transcurre en una mesa de reuniones, frente a una botella de agua que apenas toca y un gran ventanal. Y ahí, con un gesto grave como su voz, profundiza sobre la felicidad, la crisis económica, las redes sociales o la juventud. “La búsqueda de una vida mejor es lo que nos ha sacado de las cuevas, un instinto natural y perfectamente comprensible, pero en el último medio siglo se ha llegado a pensar que es equivalente al aumento de consumo y eso es muy peligroso”, señala el Premio Prícipe de Asturias 2010. Con mirada enérgica, anima a cambiar los referentes: “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho”. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”, despacha el filósofo que, a sus 88 años, arranca y despide el encuentro matutino fumándose una pipa de tabaco y un cigarro.
Zygmunt Bauman no tiene teléfono móvil ni perfil en las redes sociales, pero “desgraciadamente” se ve obligado a observarlos de cerca: “No tengo más remedio que interesarme por estos fenómenos por motivos profesionales”. Abomina de ellos porque considera que invaden todos los espacios y diluyen las relaciones humanas. “El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”, dice.Describe un círculo vicioso familiar a propósito de la asociación de felicidad y consumo. El padre o la madre que dedican parte del sueldo a comprar la consola al hijo, porque se sienten culpables al no dedicarles tiempo. Le hacen el regalo, pero el modelo queda obsoleto pronto y se comprometen a facilitarle el siguiente. “Para pagarlo necesitarán más éxito profesional, estar más disponibles para el jefe, usar un tiempo que quitarás a tu familia...”.
No le gusta el papel que juegan en la vida laboral y tampoco el que suplantan, en su opinión, en las relaciones personales. Se acuerda de Mark Zuckerberg, que ideó la red Facebook para ser un chico popular. “Claramente ha encontrado una mina de oro, pero el oro que él buscaba era otro: quería tener amigos”.
“Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”, se detiene. Las pandillas de amigos o las comunidades de vecinos “no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo de en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya”.