10 jun 2013

Diario de muchos periodistas llorando


<<Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta.>>

                                                     ( Mariano José de Larra, "Horas de Invierno", 1836)

                                                                    Retrato de Mariano José de Larra

Decía Larra que escribir en España es llorar. Y lo decía allá por 1836, hace siglo y medio. Mucho ha cambiado este país desde entonces, las ciudades, la tecnología, los medios de transporte, los de comunicación y la educación; pero lo que me sorprende de los artículos de Larra es que siguen sin pasar de moda para describir las costumbres más arraigadas. Y es que si levantase la cabeza se daría cuenta de que escribir, y concretamente ser periodista (más aún si eres joven) sigue siendo llorar casi doscientos años más tarde.

No es el único de sus artículos que sigue estando vigente a día de hoy, y como de periodismo y estudios periodísticos va la cosa, no me resisto a señalar al célebre <<Vuelva Usted mañana>>, en el que denunciaba la lentitud del papeleo inservible y cómo para hacer cualquier trámite uno se las ve y se las desea en cualquier administración. Y tal y como están las cosas sólo puedo reírme.

Resulta que hace cosa de un mes recibí una carta de la Universidad Complutense comunicándome que después de más de dos años por fin podía ir a recoger el título de Periodista. Me hubiera gustado que viniese Larra a acompañarme a por el título mientras el funcionario de turno fruncía el ceño por tener que levantarse de la silla a buscar entre los montones de títulos acumulados.

-DNI, apellidos...Léetelo para ver si está todo bien.- Me dijo. Mientras lo releía (sí, al menos todo estaba bien y no he de esperar otros dos años a que lo cambien todo), una chica sentada al lado preguntaba por no se qué asignaturas optativas...Y me pregunté si le serviría todo aquello igual que a mí, si de verdad había merecido la pena romperse la cabeza todos los años cuadrando asignaturas, créditos, aprobando exámenes, buscando prácticas aquí y allá... Al fin y al cabo el título era, al menos, parte del resultado. En el momento en que lo firmé me dieron ganas de decirle al funcionario:  

- <<¡Cinco años para esto!>>

Pero ni eso me salió. Cinco años de licenciatura, más dos esperando del título. Algo que al final no es más que eso, un papel que certifica que has superado un conocimiento oficial, pero lo oficial en ese caso difiere sobremanera de la realidad. No me quedé a ver cómo es ahora la facultad; la última noticia que me llegó es que pusieron una tele de plasma en la cafetería y desconozco cuántos equipos útiles podrían haber comprado ahorrándose las teles (que están en varias partes de la facultad), o cuánto tiempo podrían haber contratado profesores aunque fuese precariamente.


Se estudie como se estudie y donde se estudie, el periodismo es algo que se aprende haciéndolo, con la práctica, y que necesita del contacto con la calle, con la realidad. Esta es la premisa básica, pero también es cierto que es muy importante saber manejar unas herramientas básicas (tecnología, idiomas...) , las cuales no se imparten, al menos en ésta facultad. A día de hoy sus estudios se me presentan igual que su estructura de cemento: setenteros, inamovibles, obsoletos para el mundo de hoy. Imagino que cambiar de Licenciatura a Grado no ha afectado demasiado al contenido de las asignaturas ni a la forma de impartirlas. Tampoco creo que de repente hayan surgido cámaras a tutiplén y que las clases se hayan desmasificado un poco, ni siquiera que ciertos profesores hayan caído en la cuenta de que sus manuales están desfasados.

Facultad de Ciencias de la Información, tan helada como se han quedado algunas de sus asignaturas


Ciertamente, hoy sí se puede decir que el joven periodista tiene ganas de llorar. Y no es sólo una cuestión de formación: en los últimos años la crisis se ha cebado con los medios de comunicación de forma aplastante. A el creciente número de periodistas en paro (que creció alarmantemente el año pasado) hay que sumarle una realidad más espeluznante aún y con la que pocas encuestas cuentan:  la de los jóvenes licenciados que ni siquiera son contados como población parada ya que en algunos casos tienen convenios de becario que se prolongan hasta casi los treinta años.

Los que sobreviven (y de mala manera) son los medios grandes gracias a la poca publicidad que les mantiene a la vez que les encadena. La irrupción de Internet desde hace años ha hecho que muchos medios se adecúen a esta nueva audiencia, aunque como decía Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, la calidad no es gratis. Hoy casi todas las redacciones trabajan con Internet, se busca información para todo, se hacen entrevistas por teléfono, todas tienen un Community Manager para moverse en las redes sociales...Pero, ¿y el contenido de verdad, el de a pie de calle?

Y puestos a citar en este artículo, no puedo olvidarme de Gabriel García Márquez, que afirmaba que ser periodista es el mejor oficio del mundo. Lo es, sin duda, cuando no pierde su sentido.   

En fin, que resumiendo aquel día, bajé las escaleras encaminándome hacia la puerta, pensando en toda la capacidad de los estudiantes que salimos de ahí y que más tarde, por desesperación y desaliento, vamos durmiendo un poco hasta acabar justificando nuestro destino gracias a un título: somos bastante más que eso. Y con esta nube de pensamientos salí de allí. Adiós, adiós, adiós. Y Larra, si me estaba mirando en ese momento seguro que se descojonaba mientras gritaba:  <<¡Te lo dije!>>

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