15 oct 2011

Constanza

En la orilla occidental del Mar Negro se erige Constanza, la segunda ciudad más grande de Rumanía y el estandarte turístico por excelencia del país, especialmente en los meses de verano. El Mar Negro es un mar "cerrado": no comunica con ningún océano, y hace de frontera natural separando Europa del Este y Asia Occidental, y culturas distintas como la rusa y la turca, si se mira de norte a sur.
Allí fui en agosto, atraída por todos los comentarios de mis amigos rumanos sobre su importancia y belleza (además de apartamento gratis).

A Constanza se puede llegar tanto en avión como en tren o autobús, aunque hay que tener en cuenta la lentitud del transporte en Rumanía.
La ciudad es grande, aunque el centro histórico, al que casi todas las guías recomiendan ir, no lo es tanto. Aunque puede ser muy interesante por toda la historia que tiene, la ciudad en sí no tiene encanto especial, y al igual que casi toda Rumanía, podría decirse que está "en reconstrucción".

En cuanto a las playas, la verdad es que no tienen ningún encanto especial. La más importante es la de Mamaia, a 7 kilómetros de la ciudad, conocida por ser un balneario natural. Sin embargo, en pleno mes de agosto es el equivalente al Benidorm español: gente, gente y gente por todos lados, sin ningún otro atractivo que poder bañarse en mar; y con muchos puestos comerciales en primera línea de playa (se sobre entiende que con precios más altos de lo normal, que por algo quien se va de vacaciones se supone con dinero).

                                                                       Mamaia

QUÉ VER


Voy a centrarme en el centro histórico de la ciudad, pues el resto es simplemente una ciudad grande sin mucho más interés. Muchos rumanos hacen referencia a la influencia turca que tiene Constanza (de hecho muchos carteles en sus carreteras indican cómo llegar hasta Estambul), pero lo cierto es que la influencia más patente, mucho más que la turca, es la soviética. En toda la ciudad hay monumentos rectangulares propios de la época comunista del país, y para el visitante que venga de lejos es muy fácil identificarla.

El centro histórico de la ciudad no tiene pérdida, ya que casi todo está cerca de la arteria principal, la calle <<Tomis>>. Y es que este era en nombre de Constanza en la época griega, de la que guarda un gran legado histórico que es posible visitar en el Museo Arqueológico. Este museo es lo que más me gustó de la ciudad (a quien le guste la historia lo disfrutará). La mayoría de sus salas exponen el legado griego: vasijas, joyas, instrumentos varios, bustos...Sorprende a quien está acostumbrada a la sobre protección de las obras de arte la casi nula que existe en el museo con sus piezas, casi expuestas al aire libre.
Como anécdota original, apuntar que tiene una colección de pipas de varios países bastante llamativa, y en la que caben todos los tipos, desde los narguiles turcos hasta pipas europeas más decorativas.

                                                 Museo Arqueológico


Constanza también fue ocupada por los romanos, y prueba de ello es que el poeta Ovidio tiene una plaza con su nombre en el centro de la ciudad, puesto que fue desterrado aquí. En esta misma plaza está el Edificio de los Mosaicos, en el que no llegué a entrar, y que alberga un mosaico descubierto en 1959, además de toda una colección sobre la herencia griega y latina de la ciudad.
Muy cerca está la Mezquita de Mahmudiye, que ostenta el título de ser la primera de hormigón armado del país, construida en 1910 sobre otra.

Otro de los puntos turísticos es el antiguo Casino -bastante en ruinas-, situado en el paseo marítimo. El edificio, de estilo barroco, fue construido a principios del siglo XX, y es unos símbolos representativos de la ciudad (a pesar de que por su estado no se puede entrar), y en todas las postales de la ciudad sale una vista del Casino. Enfrente del mismo (hay que agudizar un poco la vista para verlo), está el Acuario, un lugar que algunas guías recomiendan visitar porque se exponen especies del Mar Negro en él. La impresión que me dio con sólo asomarme un poco fue la de unas peceras normales y corrientes, por lo que tampoco perdí el tiempo.

Cerca de la estación de tren y autobús (ambas en el mismo edificio), está el Parque Victoria, en el que también hay estatuas y bustos con el legado histórico de Constanza.



                                                                  Casino de Constanza


AUTOBÚS: SIN TÍCKET ESTÁS MUERTO


Si hay una lección que aprendí a rajatabla en Constanza es que NUNCA puedes comprar un tícket de autobús (la cabina del conductor es cerrada por lo que no te puedes comunicar con él). Pero lo más importante es que, a pesar de esto, si no tienes tícket debes pagar 100 lei (25 euros) de multa, cuando un tícket normal cuesta unos 2 lei.
Esto nos pasó a mi amiga y a mí, justo el último día en la ciudad, cuando cogimos el autobús interurbano para ir hacia la estación. Al subirse uno puede ver que hay personas con abono transporte (cuatro personas de treinta), pero al intentar hablar con el conductor para comprar el billete acabas llegando a la conclusión de que el cristal no habla y no te va a responder, por lo que decides unirte a esa mayoría que se sube y se baja como si tal cosa. Ingenuamente incluso piensas que tal vez esto sea una especie de legado comunista: transporte gratis para todos.
La realidad, sin embargo, se acaba imponiendo cuando a una parada de tu destino una mujer acreditada (con tarjetita y todo), empieza a pedir el tícket a los viajeros e intentas explicarle en un rumano primitivo la ilógica de que si no has podido comprarlo tampoco tienes el poder de crearlo por generación espontánea.

<<Penalty, penalty!>>, es la palabra que repite la recaudadora sin parar, hasta que el autobús llega a su destino y los pringados que habéis sido cazados para engordar las arcas rumanas la seguís hasta una especie de Estación de Policía. Finalmente sólo nos hizo pagar la mitad de la multa, 50 lei a cada una, como si sólo fuese una de nosotras sin tícket (todo un detalle). Sin duda de estas cosas de aprende...
En ese momento me quedé únicamente con el dinero justo para comprar un billete de tren y largarme a casita. (Menos mal que la estación estaba cerca...)